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Manuel Mena

Manuel Mena vivía en Cartagena, Bolívar, ciudad en la que desempeñaba su labor en construcción, llegó a Bogotá para trabajar en un proyecto de construcción en Suba y cuando en la Terminal de Transporte le solicitaron la Cédula, le informaron que estaba condenado por un juez de Yolombó, Antioquia, por el delito de Homicidio Agravado, ocurrido en 1988.

Una vez Manuel Mena se contactó con Proyecto Inocencia de la Universidad Manuela Beltrán y este asumió el caso se empezó a indagar por los hechos que dieron origen a la condena. Se logró obtener del Juzgado de Ejecución de Penas copia de todo el proceso, donde se establece que declararon 7 testigos. Forma de término del caso: Absolución Lugar de Condena CARCEL la picota, Colombia.

Manuel Mena 2

Delitos: Homicidio Agravado Sentencia: 16 años
Causa del error: Mala praxis gubernamental, Testimonios Falsos Años
Servidos: Tres años y un mes
Liberado: 27 JULIO 2010

Esos testigos describieron físicamente al homicida, a quien se le conocía como alias “el morenazo”, como un hombre de raza negra, con la parte derecha de la cara quemada, así como también el brazo derecho y la mano de ese mismo costado. Igualmente, aseguraron que el homicida carecía de dentadura en el maxilar superior. Al cotejar la información con la evidencia física de Manuel Mena quedó demostrado que mena, la persona condenada, no posee ninguna de las características con las que fue descrito el homicida.
Así mismo, un odontólogo de la penitenciaria La Picota diagnosticó que el condenado tiene los dientes delanteros intactos y que no posee prótesis.

En atención a ello y con fundamento en un juicioso análisis de los errores en los que incurrió el juzgador, los miembros del Proyecto Inocencia, dirigidos por el Dr. Juan Carlos Cárdenas, iniciaron inmediatamente la elaboración de una Acción de Tutela, pues ciertamente la persona retenida en dicho centro penitenciario no correspondía al verdadero responsable de este homicidio.

Dicha Acción de Tutela fue radicada ante el Tribunal Superior de Antioquia, Sala Penal, el día 17 de Septiembre de 2009, pocos días después fue admitida, pero la decisión de la Sala Penal del Tribunal Superior de Antioquia fue negativa. El Tribunal consideró que Manuel Mena, privado de la libertad, sin recursos para contratar a un abogado y quien apenas sabe leer y escribir, pues curso sólo primaria, tuvo los últimos 26 meses para entablar una Acción de Tutela contra providencias judiciales.
Tras la decisión, esta tutela fue impugnada ante la Corte Suprema de Justicia, sala de Casación Penal, para que revisaran el fallo de del tribunal.Sin embargo y sorpresivamente la Corte contestó con el mismo argumento del Tribunal e incluso aseguró que Mena estaba en la obligación de interponer dicha acción hace mucho tiempo.

Proyecto Inocencia acudió a un último recurso: pedirle a la Corte Constitucional que revisara la tutela. «Nos dio la razón y le otorgó la libertad. Consideró que existían todas las dudas sobre la responsabilidad de Manuel en el homicidio y que pese a ello lo condenaron», afirmó Juan Carlos Cárdenas, director del ‘Proyecto Inocencia’.
La Corte afirmó que no se actuó de forma diligente y que no hubo ninguna actividad probatoria en defensa de Manuel, quien pasó tres años tras las rejas tratando de probar su inocencia. Una vez libre, los quebrantos de salud de Manuel Mena se hicieron evidentes y hoy, tras varios meses en cuidados intensivos, tiene que vivir bajo un estricto control médico.

Tan pronto como Proyecto Inocencia logró que le otorgaran la libertad, la salud de Manuel Mena comenzó a deteriorarse; hasta el punto de sufrir 3 ataques cardiacos que lo llevaron a ocupar durante varios meses una cama en la unidad de cuidados intensivos de una clínica de Bogotá. Hoy Mena vive libre en Cartagena, lejos de las rejas que durante 3 años lo mantuvieron lejos de su familia. Sin embargo, bajo un estricto control médico, pues los altos niveles de ansiedad y de estrés por los que pasó durante todo este tiempo afectaron notablemente su salud.

UNOS ESTUDIANTES DE DERECHO CORRIGEN A LA CORTE SUPREMA DE COLOMBIA

El juez que le condenó ni siquiera vio su foto. Tampoco su abogado de oficio, que le declaró culpable. A nadie pareció importarle que Manuel Mena, juzgado en ausencia, no tuviera los rasgos físicos del asesino que describieron los testigos del crimen. Ni le faltaba la dentadura superior ni tenía una enorme cicatriz, por una quemadura, del brazo a la cara. Aún así, y sin ninguna prueba adicional, le sentenciaron a dieciséis años de cárcel acusado de matar a machetazos a un minero en una pelea de borrachos en 1988. Todo porque uno de los compañeros de trabajo del asesino dijo que si bien todos le conocían como «El morenazo», creía que su nombre era Manuel Mena, aunque no estaba muy seguro. El juzgado preguntó entonces a la Registraduría Nacional por los colombianos de raza negra que respondían a ese nombre y aparecieron sólo dos en todo el país. A uno lo descartaron porque era demasiado mayor. Así que ni corto ni perezoso el juez declaró autor del asesinato a ese Manuel Mena desconocido, y emitió una orden de captura para apresarlo.

Corría el año de 1994 y el juzgado de Yolombó (Antioquia) daba por solucionado el caso. Ajeno a lo que se tejía, Mena, que es analfabeto, conoció por esas fechas a Candelaria Álvarez, se enamoraron y pese a que la mujer tenía siete hijos, se fueron a vivir juntos en Cartagena de Indias y él adoptó a la numerosa prole. Mantenía el hogar con lo que sacaba en la construcción, pero un día le ofrecieron un trabajo como albañil en Bogotá, donde ganaría más dinero. Aceptó y el 5 de junio del 2007 partió hacia la capital en un autobús. Al llegar le pidieron la documentación, como al resto de viajeros, y Mena la entregó sin la menor preocupación, como había hecho siempre. El policía le detuvo de inmediato porque en el ordenador aparecía como prófugo de la Justicia. Mena telefoneó a su mujer para contarle lo que pasaba y tranquilizarle. Estaba convencido de que le dejarían ir en cuanto comprobaran el error. Pero le encarcelaron en La Picota y le anunciaron que tenía dieciséis años por delante tras las rejas. «Quedé sin la voz de tanto llorar estos años», le dice a ELMUNDO.es Candelaria. «Cuando Manuel perdió las esperanzas de salir, me dijo: No te puedo someter a que me esperes todos esos años. No soy malo para condenarla a usted también. Si puede, consiga un compañero. Pero yo le dije que lo queríamos mucho y que íbamos a compartir la tristeza».

Y LLEGÓ LA AYUDA

Manuel Mena

De nada valieron los esfuerzos del reo por lograr que alguna autoridad le escuchara. Una vez un compañero de celda le pagó un abogado, pero el defensor se quedó con el dinero y no movió un papel. Hasta que el año pasado apareció el Proyecto Inocencia de la Universidad Manuela Beltrán de Bogotá. El centro académico, consciente de las injusticias que soportan decenas de inocentes, decidió ayudar a los condenados de forma injusta que se pudren en las cárceles. Con un director, un ayudante y varios alumnos de Derecho,
Psicología y Tecnología de investigación criminal, formaron un equipo en el 2008 que comenzó a trabajar en la citada prisión. «Vamos dos veces por semana a La Picota, porque con el apoyo del penal, abrimos un consultorio jurídico dentro de los patios», indica a este diario Juan Carlos Cárdenas, al frente de la iniciativa. Sólo aceptan los casos de quienes les convencen de su inocencia, ya tienen condena en firme y no pueden pagar un abogado porque ellos hacen todo gratis. Analizan los expedientes y se entrevistan con los que escogen. Manuel Mena, que tiene ahora 59 años, les pareció sincero y su condena plagada de errores y arbitrariedades. Armados de pruebas contundentes, impugnaron la sentencia ante el Tribunal de Antioquia, que la rechazó, y después la Corte Suprema, que hizo otro tanto con argumentos peregrinos, dando la impresión de que ni siquiera abrieron la carpeta.

Pero los integrantes del Proyecto Inocencia, convencidos de que Mena no cometió el crimen, presentaron un último recurso ante la Corte Constitucional. No sólo consideró el alto tribunal inocente al preso, después de practicar una serie de pruebas tan básicas como cotejar la descripción que hizo en su día un testigo con el físico de su defendido, sino que criticó a los entes judiciales y al abogado de oficio por sus actuaciones nada diligentes. «Dios nos mandó a la Universidad, porque Manuel estaba muy enfermo y una vez me dijo que se iba a ahorcar, que no lo soportaba más», rememora Candelaria. «Yo nunca dudé de él, siempre estuve segura de quien tenía a mi lado».