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Rafael Ricardi Robles

Lugar de de Condena: Cádiz, España
Delitos: 2 cargos por violación Sexual
Sentencia: 2 penas de 18 años
Años servidos: 12 años y 8 meses
Liberado: 25 de julio de 2008

Rafael Ricardi Robles

La Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Cádiz emitió el 15 de octubre de 1996 una sentencia que condenaba a Ricardi por un delito de violación en 1995. En 2008, Ricardi salió de la cárcel de Topas (Salamanca) tras serle concedido el tercer grado penitenciario y fue el 23 de junio de 2009 cuando la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo (TS) declaró nula la sentencia que condenó a Ricardi en 1996.

Rafael Ricardi Robles, fue arrestado en agosto de 1995 y declarado culpable de violar a una joven en el Puerto de Santa María (Cádiz). La víctima declaró en comisaría que uno de sus dos violadores tenía «un defecto muy peculiar en la vista. La madrugada del 12 de agosto de 1995 en un ciclomotor hacia su casa de la urbanización Valle alto de El Puerto de Santa María. La calzada estaba cortada por unas piedras. Era una trampa. Frenó y en ese momento cayeron sobre ella dos encapuchados que le obligaron a punta de navajas a ir a un cercano terreno de eucaliptos. Fue maniatada y durante varias horas violada sobre una tabla. Arañó a uno de los agresores y le quitó parcialmente la capucha, logrando ver su mirada y que «tenía un defecto muy peculiar en la vista».

La policía conocía a un tal Ricardi, El Caballito, un drogadicto que solía dormir en la calle, que tenía un defecto en la vista. Así que fueron en su busca y lo detuvieron. Él aseguró que la tarde del 11 de agosto estuvo haciendo de gorrilla (aparcacoches espontáneo), y que cuando reunió 20 duros en propinas, compró un bocadillo y a las 11 de la noche se fue a pernoctar bajo el puente de El Corribolo. Negó por activa y por pasiva haber violado a mujer alguna. La muchacha le identificó en una rueda de reconocimiento. En el juicio, concretó que su agresor «era vizco» eso, junto con un análisis genético dudoso, fue la perdición del reo. De nada sirvió que la policía alertase en 2000 del posible error: los jueces replicaron que el de Ricardi ya era un caso cerrado al haber sido penado tras ser reconocido por la víctima.

Ricardi, que carecía de antecedentes penales, pasó por las cárceles de El Puerto y jamás fue visitado por ninguno de sus 10 hermanos. Sólo la menor de éstos, Milagros, le escribió varias cartas.

En junio de 2007, la policía detuvo en Jerez a un tal Fernando P. G., un albañil de 53 años, corto de estatura, al que un juez reclamaba por maltratar a su familia y que, además, estaba fichado por abusar sexualmente de una hija. La policía decidió sacarle una muestra de saliva para obtener el ADN. Gracias a eso, la Comisaría General de Policía Científica dictaminó que ese mismo ADN se había encontrado en cuatro violaciones. Entre ellas, la de Carmen, por la que Ricardi se encontraba entre rejas desde 1995.

La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía contribuyó decisivamente en la liberación de Ricardi gracias a su apoyo jurídico y ahora, en el momento de su adiós, lamenta que se produzcan hechos como el vivido por el gaditano: «Se comió 13 años de prisión por errores judiciales. Su estancia en prisión, además de robarle años de su vida, le dejó profundas huellas que, a buen seguro, ayudaron a deteriorar su estado de salud. El Estado ni tan siquiera se dignó a pedirle perdón. A su salida de prisión comentaba que todo le asustaba y le parecía raro. Estas son las consecuencias de las largas condenas».

Ni siquiera haber cobrado algo más de un millón de euros compensaba el calvario vivido durante esos largos 13 años. En una de sus últimas entrevistas, en Cuatro, el portuense reconocía que «los 13 años pasados allí no están pagados con nada, no hay dinero en el mundo que lo pague. A mí no me ha pedido disculpas nadie, ni la víctima. Y eso que sólo me acusó porque me parecía al verdadero culpable.

El hombre que pasó 13 años en prisión por un delito de violación que no cometió, fue hallado muerto en junio de 2014 por un familiar en la casa en la que vivía, sita en su ciudad natal, El Puerto de Santa María (Cádiz). Ricardi tenía 54 años.

La muerte le ha sorprendido en su mejor momento y su mayor legado ha sido la comprobación de que puede haber justicia, aunque sea tarde. La abogada que llevó todo el proceso es Antonia Alba, que siente que ha perdido mucho más que un cliente. Este caso la ayudó mucho, fue un gran salto en su carrera, pero sobre todo le aportó mucho personalmente. Nunca se le olvidará su mirada cuando salió de la cárcel en Salamanca, después de haber recobrado la libertad.

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